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¡Eres el guardián de tu matrimonio!

  • S García
  • 8 jul 2022
  • 2 Min. de lectura

El clima en Cuernavaca, México, es envidiable. Dicen los expertos en meteorología que predominan tanto el clima templado, como el semicálido; con temperaturas que van de 10 a 34 grados durante al año, con una temporada de lluvias y una humedad suficiente para mantener el verdor característico del valle casi siempre. Un regalo de Dios que atrae a decenas de miles de paseantes y vacacionistas, principalmente de la Ciudad de México.

Sin embargo, no es extraño escuchar en las conversaciones de café, las quejas de sus habitantes por las lluvias o por el calor (¡incluso por el frío!). Por alguna razón, la condición humana se concentra más en los pequeños aspectos negativos, que en aquellos que son hermosos, que nos hacen disfrutar y que, incluso, son los más. Y el matrimonio no está exento de ello. En muchos matrimonios, incluyendo el mío, la gran mayoría de los momentos que se viven son gratos, producto de una buena relación en la pareja. Sin embargo, como en toda relación humana, habrá ciertos disgustos, malentendidos, o cambios de humor que generan fricciones inevitables. El asunto es que no dejes que estos aspectos negativos de la relación, que son los menos, predominen o crezcan de tal manera, que se te olvide todo aquello de bueno que ambos disfrutan. Pablo en diversas ocasiones aconsejó a los cristianos sobre cómo conducirse en las relaciones matrimoniales según el plan de Dios, y a los creyentes en Corinto les dijo: “los que se casan van a tener los sufrimientos propios de la naturaleza humana” (1 Corintios 7:28 DHH). Efectivamente. En el matrimonio tendremos inevitablemente una dosis de desacuerdos, malos entendidos e incomprensión del otro. Eso lo hemos experimentado todos, tengamos 3, 10 o 32 años de casados, como es mi caso. En el plan de Dios, según vemos en la Biblia, uno de los propósitos del matrimonio es el perfeccionamiento del carácter a la medida de Jesús (Efesios 5:25-28). Así que esos roces en la pareja, dada nuestra naturaleza, son inevitables. Pero lo que sí es evitable es que se perpetúen y dominen la relación matrimonial. Si te concentras en aquel disgusto y lo haces crecer convirtiéndose en una irritación permanente, llegarás a albergar resentimiento en tus pensamientos y, entonces, estarás a punto de convencerte de que fue un error casarte. Muy pronto olvidarás lo gratificante y hermosas que son tus relaciones matrimoniales, porque albergaste -sin darle una respuesta correcta- un disgusto ocasional. ¡Muchos tenemos un mejor matrimonio de lo que creemos! Pero no permitas que esos inevitables momentos en los que nos sentimos cansados, malhumorados o preocupados por algo que ocurrió fuera de casa -en el trabajo, con los amigos, o, simplemente, viendo las noticias- o por una palabra o actitud que ‘salió’ sin pensar en nuestras conversaciones, se apropien del bienestar de tu relación matrimonial. Una relación que Dios te dio para bendecirte y perfeccionarte. Tú eres el guardián de tu propia relación matrimonial. Ante la tormenta ocasional, siempre vendrán aguas tranquilas, si estás dispuesto y pones tu confianza en Dios.


 
 
 

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Cuernavaca, Morelos, México

 
 
 
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