¿Eres víctima de las circunstancias o de tu cónyuge?
- S García
- 28 dic 2024
- 3 Min. de lectura
Tomás no pudo más y soltó el llanto. Habíamos conversado más de 30 minutos sobre lo mal que iba su relación con Melania, su esposa; pero después de que le hice un par de preguntas, explotó: “Anoche llegó a donde nunca había llegado, me gritó una y otra vez que soy un bueno para nada, que soy poco hombre y que estaba harta de mí. Me dijo que se iría para siempre”.
Tomás tenía ocho meses sin trabajo fijo y solo había conseguido uno que otro trabajo temporal, por quince días, o ayudándole a un amigo por periodos cortos en su tienda de abarrotes. Sus ingresos eran insuficientes así que era Melania quien prácticamente había mantenido la casa con sus dos pequeños hijos.
En realidad, la relación entre ambos solo tuvo un breve periodo inicial de tranquilidad y entendimiento. El carácter fuerte y exigente de Melania y la irresponsabilidad en la que cayó Tomás fueron tensando la relación a pasos agigantados en los últimos cinco años, hasta que el desempleo de Tomás terminó por romper la ya frágil relación. “Crecí en una familia en la que mi mamá dominaba la conversación y las decisiones de la casa. Ella decía lo que se tenía que hacer”, me dijo Tomás al final de conversación, buscando razones a su desdicha matrimonial. “¡No sé qué hacer!”.

La historia de Melania y Tomás, lamentablemente, se repite con cierta frecuencia entre los matrimonios. Cónyuges que viven su relación matrimonial como si fueran víctimas de las circunstancias o de su propia pareja. No es que las circunstancias que les rodean no les afecte de una u otra forma; seguramente que sí. Pero adoptan la actitud de que están indefensos ante la vida o ante el otro rodeados de un entorno hostil, y viven con una desesperanza que con frecuencia les conduce a la depresión.
Otros más piensan que su futuro está determinado inexorablemente porque su cónyuge, simple y sencillamente, nunca va a cambiar. Así ha sido durante años y seguirá siendo así.
Es muy probable que Tomás y Melania estén envueltos en esas ideas equivocadas que les hacen actuar y tomar decisiones erróneas yendo de fracaso en fracaso y viviendo su relación matrimonial con desesperanza.
El pasado familiar de Tomás y el entorno de Melania seguramente les afecta, pero no necesariamente les controla. No son víctimas indefensas que no puedan superar sus propios obstáculos. Recuerda, el entorno puede afectarte, pero no determinar o destruir tu matrimonio o tu vida.
La idea, muy generalizada, de que las personas no pueden cambiar es una mentira. Hay cientos de ejemplos sobre personas que han realizado cambios radicales en su comportamiento. Las personas pueden cambiar y hacer cambios drásticos en sus vidas y relaciones.
La Biblia es una fuente inagotable de casos de personas que enfrentaron entornos completamente adversos pero que no determinaron su futuro; o de casos de personas que dieron un vuelco radical en sus vidas para bien.
Pablo fue un siervo de Dios que se enfrentó a ambas mentiras. Tuvo un entorno completamente adverso, pero eso no determinó su estado de ánimo ni su futuro. Él mismo es un caso de un hombre que cambió radicalmente; pasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos, a convertirse en un seguidor y predicador del evangelido de Jesús.
La clave para Pablo, como puede ser para Melania y Tomás, fue conocer personalmente el poder liberador que ofrece Jesucristo. Pablo escribió esto: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús. Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza” (Filipenses 4:6-8, NTV)
Todos somos responsables de nuestra propia actitud, independientemente de lo que ocurra a nuestro alrededor. No puedes cambiar a las personas, pero sí puedes influir en ellas, y ésa también es tu responsabilidad. Pero, como Pablo dice con claridad, ambas cuestiones tienen su punto de partida en Dios y en tu relación con Él.
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